Revista Box, Futbol, Lucha Libre, Nutrición y Mucho más

Anúnciate con nosotros

Blog Post

MEMORIAS MUNDIALISTAS SUECIA 1958

Memorias Mundialistas: Suecia 1958, el nacimiento del Rey   

Un chico apodado Pelé sorprendería al mundo  

Javier Briseño Domínguez 

Si hay un mundial que marcó un antes y un después en la historia del futbol, ese fue el de Suecia 1958. El sexto Campeonato del Mundo fue el primero en transmitirse a través de la mágica caja de imágenes llamada televisión, aunque sólo los aficionados del país local lo pudieron ver en vivo mientras que el resto del planeta recibió la señal diferida. 

Pero además de las innovaciones tecnológicas el balompié vería nacer una nueva estrella, para muchos las más grande de la historia y también, a un potente goleador, el que más anotaciones ha marcado en una sola edición del torneo. 

El mundial ahora se desarrollaba en tierra de vikingos. Los suecos eran en ese entonces una selección potente y querían demostrarlo en su propio país, por lo que a la fiesta del futbol se clasificaron 15 selecciones más para que fueran un total de 16, de las cuales 12 fueron europeos, cuatro del continente americano y ningún representante de alguna otra latitud. 

El torneo daba continuidad a la forma de eliminación de las últimas ediciones, con una fase de grupos con cuatro sectores integrados por cuatro equipos que ahora si se enfrentarían todos contra todos, en donde calificarían a los cuartos de final las dos mejores naciones de cada grupo. 

Luego del sorteo, Irlanda del Norte, Alemania Federal, Checoslovaquia y Argentina conformaron el grupo uno; el dos fue encabezado por Francia, seguido de Yugoslavia, Paraguay y Escocia; por su parte Suecia, Gales, Hungría y México se ubicaron en el tres y el cuatro lo integraron Brasil, la debutante Unión Soviética, Inglaterra y Austria. 

El grupo uno sería el encargado de abrir las hostilidades en las que Irlanda del Norte sacó el mejor provecho concluyendo la primera fase con cinco unidades producto de una derrota, un empate y dos victorias, una de ellas en el duelo de desempate con Checoslovaquia que quedó tercera. 

A su vez, el segundo lugar quedó en manos de Alemania con cuatro puntos y en el sótano quedó la selección Argentina, que sólo pudo sacar una victoria en el torneo. 

Por su parte, en el grupo dos clasificaron Francia y Yugoslavia, ambos con cuatro puntos, dejando relegados a una aguerrida Paraguay y a Escocia, mientras que en el grupo tres, la anfitriona Suecia no le quedó mal a su afición y avanzó como primera de grupo junto a Gales, quienes sorprendieron a la potencia Hungría que cayó eliminada junto a México. 

Como en las ediciones anteriores, México no había podido trascender y era la selección con más derrotas en los Mundiales, sin embargo, en esta edición conseguiría su primer punto en la historia al lograr sacarle un empate a la selección de Gales por marcador 1-1 gracias a un gol de Jaime Belmonte. 

El grupo cuatro quedó en manos de Brasil, como era de esperarse, con cinco unidades producto de dos triunfos y un empate, en donde la sorpresa fue que previo a la tercera jornada, los jugadores cariocas se sublevaron e impusieron al entrenador que ellos prefirieron, dando entrada a jugadores suplentes que inyectaron potencia a la ofensiva de la verdeamarela. 

Habían pasado ocho años de la vez que aquel niño de una humilde casa de Brasil le había prometido a su padre que algún día ganaría un Mundial, luego de verlo llorar tras la máxima tragedia del futbol: «el maracanazo» de 1950. 

Ahora, ese pequeño tenía 17 años de edad, brillaba en el futbol de su país con el Santos y llevaba por nombre Edson Arantes do Nascimento, quien en ese campeonato deslumbró al mundo y se dio a conocer bajo el apodo de «Pelé». 

El otro suplente que convirtió a los amazónicos en una potencia era Garrincha, un jugador chaparrito bautizado así por uno de sus hermanos ya que ese era el nombre de un pájaro inútil y feo, al cual le diagnosticaron que jamás podría ser un jugador profesional debido a que tenía una pierna más chica que la otra, ambas torcidas hacia adentro y una columna más parecida a la letra «S», producto de la poliomielitis pero que a pesar de ello, fue considerado como el hombre que más alegría le dio al futbol con su habilidad. 

A Brasil lo acompañó la Unión Soviética a la siguiente ronda que previamente había ganado el juego de desempate contra Inglaterra que quedó eliminada junto con Austria. 

Terminada la fase de grupo, en la ronda de los mejores ocho la canarinha sufrió para vencer 1-0 a una complicada Gales con el primero gol de Pelé en la justa; Francia goleo cuatro goles a cero a Irlanda del Norte; la campeona defensora Alemania se enfrasco en un duelo cerrado ante Yugoslavia en el que los teutones terminaron imponiéndose por la mínima diferencia y la local Suecia seguía su camino al derrotar 2-0 a la URSS. 

Las semifinales estaban listas. A esta fase llegaba la legión europea con tres representantes y Brasil era el único sobreviviente del continente americano. 

Dicha ronda fue iniciada con el duelo entre Francia y Brasil, en lo que fue el primer partido mágico de Pelé, de muchos que vendrían en su trayectoria con selección y en específico en los mundiales. 

La verdeamarela comenzó ganando apenas a los dos minutos de juego con anotación de Vava y aunque los galos empataron casi de inmediato con anotación del artillero Just Fontaine, quien marcaba su octavo gol en el torneo, el vendaval amazónico no tardó en llegar con un tanto de Didi, seguido de tres más del joven de 17 años, Pelé. 

Francia logró descontar a siete minutos del final pero no fue suficiente para hacer el marcador más decoroso que concluyó con goleada 5-2. 

Del otro lado de la llave, Alemania y Suecia midieron fuerzas en donde la de los vikingos supero a la de los teutones luego de reponerse del gol germano a los 24 minutos a cargo de Hans Schaefer, para empatar y luego dar vuelta en la recta final con goles de Lennart Skoglund al 32, Gunnar Gren al 81 y Kurt Hamrin al 88. 

Para la final se esperaba un partido parejo en el que el impulso del público local nivelaría la fuerza de la escuadra anfitriona y la de la selección brasileña que había sido la más potente en todo el torneo. 

El escenario fue el estadio tal Rasunda ante 51 mil 800 aficionados que alentaban al equipo amarillo y azul. Con el ímpetu y las emociones a topes los locales se fueron arriba en el marcador muy temprano en el partido con gol de Nils Liedholm, pero el mundo descubriría la verdadera magia del fútbol con la gran ofensiva encabezada por Pelé, Garrincha y Vava. 

Se despacharon con la cuchara grande, Pelé en especial al marcar 3 goles, uno de ellos se quedó en la memoria del público y hasta la fecha es una de sus anotaciones más recordadas cuando en un acto de malabarismo dominó el balón dentro del área rival, hizo un sombrerito a un defensivo que de pasó le dejó una patada de recuerdo y, sin gesto de dolor y sin caer fulminado como lo harían los jugadores de hoy en día, definió de pierna derecha sin dejar que el balón tocara el pasto. 

Aquella tarde el estadio quedaría en silencio pero el mundo estallaría en júbilo al ver ese espectáculo en sus pantallas.  

«Después del quinto gol, yo ya no quería marcar a Pelé. Quería aplaudirle», confesaría Sigge Parling, defensor central de la selección de Suecia que cayó ese día ante la magia brasileña. 

En un dato no menos importante, el delantero francés, Just Fontaine, se consagró como el campeón goleador del torneo con 13 anotaciones, imponiendo un récord que hasta la fecha nadie ha podido romper, el de más goles en una sóla edición de la justa mundialista.  

Brasil rompió su maldición exorcizando los fantasmas del pasado y pudo por fin levantar el trofeo Jules Rimet, un trofeo que más tarde harían completamente suyo. 

Pele había cumplido la promesa a su padre y había hecho añicos un informe del psicólogo de la selección, Joao Carvalhaes en donde recomendaba no convocarlo relatando: «Pelé es un niño. Carece del espíritu de lucha necesario. Es demasiado joven para tener agresividad y responder con la fuerza apropiada. Además, no posee el sentido de la responsabilidad que un deporte de equipo requiere”. 

Aquel día negro de 1950, sirvió como una semilla que comenzaba a dar sus frutos de éxito. 

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *