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Memorias Mundialistas: Italia 1934, el Mundial de Mussolini 

Cuando el Fascismo manchó la historia del fútbol 

Javier Briseño Domínguez  

En 1930 Uruguay se había consagrado como el primer campeón de los mundiales en el torneo que se jugó en su casa. Para 1934 el Campeonato del Mundo viajaría hasta Europa para jugarse en Italia y la selección charrúa se negó a defender su título devolviendo la negativa que habían dado los italianos cuatro años antes.   

Italia se encontraba en plena dictadura de Benito Mussolini, quien aprovechó el evento para hacerse propaganda al acudir a todos los partidos y nada sería mejor que un triunfo del ‘país de la bota’ en el Mundial como muestra de los supuestos logros obtenidos por el partido fascista en los últimos 12 años de gobierno.  

En cada duelo, la escuadra local saludaba a ‘el Duce’ con la mano levantada al estilo fascista en símbolo de respeto hacia una de los personajes políticos más poderosos del planeta. 

Para esta edición del torneo, que se jugaría del 27 de mayo al 10 de junio, el número de participantes aumentó de 13 a 16, conformados por 12 naciones europeas, tres de América y uno de África. 

El viejo continente fue representado por Alemania, Austria, Bélgica, Checoslovaquia, España, Francia, Hungría, Italia, Holanda, Rumania, Suecia y Suiza; por el continente americano acudieron Argentina, Brasil y Estados Unidos, mientras que el único africano fue Egipto como la selección sensación tan sólo por su presencia. 

Para este año el formato cambiaría pues en lugar de jugar fase de grupos como en la primera edición, se instaurarían los partidos a eliminación directa iniciando en los octavos de final con las potencias como cabezas de serie a modo de que no se enfrentaran en la primera ronda, con la prioridad de que en la final se enfrentaran Italia con la Alemania del otro dictador del momento, Adolfo Hitler. 

Estados Unidos, que en 1930 se quedó con el tercer lugar, se ubicaría como la peor selección del torneo luego de ser goleado por Italia siete goles a uno; España dio cuenta de Brasil 3-1; Hungría no tuvo problemas con Egipto al que derrotó 4-2 y Austria venció a Francia con marcador de 3-2. 

Del otro lado del cuadro eliminatorio, Suiza triunfó 3-2 sobre Holanda; Checoslovaquia hizo lo propio con Rumania para un resultado de 2-1; Argentina, la subcampeona del mundo, había sido debilitada por la pérdida de jugadores claves que se fueron a jugar con Italia con el argumento de que habían tenido antepasados de aquella nación y cayó en la primera etapa tres goles a dos ante Suecia y finalmente, Alemania goleo 5-2 a Bélgica. 

De esta manera, para la ronda de los cuartos de final las ocho naciones eran representantes del continente europeo lanzando un mensaje claro de que Europa estaba dispuesta a todo por dominar el balompié en respuesta al campeonato obtenido hace cuatro años por Uruguay. 

En la ronda de los mejores ocho, los anfitriones se enfrentarían con duro obstáculo en sus aspiraciones por el campeonato que tanto anhelaba Mussolini: España.  

Ibéricos e italianos se enfrentaron en el partido más encarnizado de la historia del Campeonato Mundial, en donde España puso el futbol e Italia el juego sucio a base de patadas y jaloneos que los árbitros no quisieron castigar. 

La roja se fue al frente en el marcador con gol de Luis Regueiro al minuto 31, pero en los instantes finales del primer tiempo, la azzurra empato el marcador con gol de Giovanni Ferrari ante una evidente falta del argentino nacionalizado italiano, Angelo Schiavio sobre la gran figura de España, el portero Ricardo Zamora, que le impidió detener el esférico.  

El tiempo regular concluyó con el duelo igualado a un gol para dar paso al tiempo extra de 30 minutos en donde la cosa no cambiaría en el resultado pero si en el número de jugadores sanos puesto que los herederos de roma terminaron con cuatro bajas y las huestes españolas con siete, incluidos el delantero estrella Isidro Langara y el guardameta Zamora.   

Como lo marcaba la regla, el juego tendría que reanudarse al siguiente día y todo se desarrolló bajo la misma tónica con una selección italiana golpeando más a los rivales que al balón. 

Tras 210 minutos de juego, Italia se llevaría la victoria con gol del histórico Giuseppe Meazza y con la anulación de dos goles españoles, mientras Mussolini se deleitaba en las tribunas. 

En los otros duelos de cuartos de final, Austria derrotó a Hungría 2-1 al igual que Alemania a Suecia, mientras que Checoslovaquia hizo la tarea tres goles por dos ante Suiza. 

Las semifinales estaban definidas en espera de que todo marchara como el guion lo señalaba y se enfrentaran Italia y Alemania en disputa por el campeonato. 

Italia avanzó a la final tras derrotar 1-0 a Austria, mientras que Checoslovaquia arruinó el script y sorprendió a Alemania con un contundente 3-1 para ganarse su lugar en el último partido. 

La final se jugó en el Estadio Nacional del Partido Nacional Fascista, casa de Benito Mussolini y donde él se encargaba de imponer sus reglas. 

Existen relatos que indican que un mensaje fue enviado a los jugadores checos, en donde se les advertía que su vida podría correr grave peligro si se anteponían al anhelo de Il Duce. 

A pesar de ello, Checoslovaquia abrió el marcador 20 minutos antes del final gracias a un tanto de Antonin Puc. La Azzurra estaba obligada a revertir el marcador y lo consiguieron gracias a los goles de Raimundo Orsi y Angelo Schiavo, este último en tiempo extra, sumado a muchas decisiones arbitrales localistas. 

El festejo en Italia fue en grande pues el triunfo futbolístico que reforzaba el poder político del gobierno de aquel país, mientras que una mancha quedó impregnada en los anales del balompié como el Mundial más polémico: El Mundial que organizó Benito Mussolini para su propio beneficio.  

   

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