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La noche en que Zidane se convirtió en villano

A 12 años del cabezazo que le costó la Copa del Mundo

Javier Briseño Domínguez

Dicen que los héroes llevan un lado malvado en el interior, que transitan una línea delgada entre el bien y el mal debido a que el poder que tienen muchas veces los puede tentar a buscar su propio beneficio por encima del bien común, tal y como ha ocurrido con algunos personajes del mundo de los comics.

En muchas de las ocasiones esta mutación suele ser pasajera ya que a los autores se les ocurre dar un pequeño giro en las historias o hacer guiones paralelos en los que de alguna u otra forma el ‘muchacho chicho’ en cuestión decide hacer algunas travesuras.

En el mundo del futbol la historia no suele ser diferente, grandes estrellas idolatradas en el mundo del balompié se han convertido en los más odiados al fallar a la hora decisiva bien al tener mala puntería en una jugada clara de gol, al cometer una pifia que cueste una anotación en contra o hacerse expulsar de manera absurda.

Durante el Mundial de Alemania 2006, un héroe francés de nombre Zinedine Zidane, quién años atrás había sido el encargado de darle la mayor alegría a su país al guiar a su selección a la obtención de la Copa del Mundo, buscaba repetir la hazaña y junto a sus aliados, darle una nueva estrella a su escudo en lo que había decidido sería la última de sus batallas.

El veterano de origen argelino condujo a sus huestes hasta la final ante el fuerte ejército de Italia en un duelo que se disputó en el Estadio Olímpico de Berlín, justo un 9 de julio, hace 12 años y un día para ser exactos.

El destino lo colocaba de nueva cuenta en el momento preciso para confirmar su estatus de ídolo de Francia y otras latitudes. Representaba el honor de las tierras galas combinado con elegancia, liderazgo y una técnica pocas veces vista que hacían parecer que se desplazaba en el campo como lo hace un cisne sobre el agua.

Enfrente tenía a uno de sus amigos que en esta ocasión era visto como el enemigo y se enfrascaban en un duelo mano a mano. Zidane sabía que Gianluiggi Buffon lo conocía muy bien y que tendría fresca en la memoria la forma en que fusilaba a sus enemigos desde el paredón de los once pasos.

Decidió cambiar de estrategia y en lugar de cruzar su disparo con gran fuerza y colocación como solía hacerlo, sorprendió a su adversario con un ligero toque bombeado por el centro de la portería ante los incrédulos ojos de propios y extraños.

El balón golpeo el travesaño y al caer a tierra picó ligeramente dentro del área, los corazones del mundo se paralizaron al ver tan dramática escena, un montaje de los que sólo pueden estar escritos en el guión para que las estrellas brillen.

Enfrente no tenía a un rival cualquiera, enfrentaba a un gigante que había alzado tres veces el título y como lo marcaba su historia, no regalaría nada en el campo de batalla.

Italia empató el marcador con gol de Marco Materazzi, quien más adelante jugaría un papel fundamental en el clímax del partido.

Ambos bandos se batieron en la cancha y 90 minutos no fueron suficientes, por lo que se harían efectivos los 30 minutos de prorroga reglamentaria en busca del ganador, pero por más que intentaban ni uno ni otro lograba dar la estocada final.

Como en las películas, una peripecia termina por marcar el desenlace de la historia. Materazzi, autor del gol de la igualada, marcó a Zinedine Zidane en un intento de llegada francesa, lo sujetó de la playera, los insultos verbales, como en cada sector de la cancha no tardaron en llegar ya que dicen que son armas invisibles que provocan el descontrol en la cabeza del rival.

«Si tanto quieres mi playera, te la doy al final del partido», increpó Zidane al dar la vuelta y alejarse.

«Prefiero a la puta de tu hermana», contestó Materazzi con palabras que cambiarían el escenario y probablemente la historia del futbol. Su trabajo estaba hecho.

El también conocido como Zizou, sintió la sangre hervir. Ese mago del balón al que siempre se le veía frío y calculador dentro del campo decidió romper el script y la psicología del personaje, dio media vuelta y descargó su furia con un cabezazo en el pecho que envió al suelo al ‘malechor’.

El juez determinó expulsarlo por aberrante acto desleal en la ‘guerra’ llamada futbol.

El arrepentimiento invadió a Zidane, su cara lo decía todo mientras abandonaba la cancha para dejar a su equipo debilitado con un hombre menos, pero sobre todo sin su líder, sin su héroe.

Dos de los momentos más recordados en la historia de los Mundiales ocurrieron con solo unos minutos de diferencia. Primero el del cabezazo y poco después la triste imagen de Zidane caminando a un lado de la copa sin voltear a verla, esa copa que él hizo suya y de su pueblo ocho años antes.

Nadie en el estadio ni los que veían a través de sus televisores podían creer lo atestiguado, donde la misma cabeza que en 1998 hizo llorar de alegría a los franceses con dos goles, ahora los hacía llorar de tristeza con una expulsión.

Italia ganó en penales. Francia no pudo levantarse del golpe anímico que representó quedar abandonada por su capitán en medio del combate.

No sólo los galos lloraron, lo hicieron también el balón y el resto del mundo (a excepción de los italianos) cuando vio a uno de los máximos héroes convertirse por una noche en villano.

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